La sensación de comenzar
un sendero que no tiene final, caminar por el mero placer de caminar, cambiando
constantemente de paisajes. Conocer diferentes culturas y hábitos, intercambiar
pensamientos. Contemplar un atardecer distinto cada día, dando por hecho que el
día ya no tiene un objetivo, el único objetivo es vivir. Aprender a recordar
mediante el olfato, recordar olores, recordar sonidos, cada lugar tiene su
propia banda sonora; el cantar de las especies, el viento peinando los árboles,
el sonido de las olas rompiendo contra la bahía. Tener tacto para saber que quiere decirte cada
energía que llega a ti, el frescor de una mañana, la calidez y calma de la
puesta de sol. Los mensajes que transmiten los silencios, transcribir en tu
cerebro cada detalle. Volver a acariciar, percibir como cada lienzo de la piel
comienza a responder a ti, interpretar cada gesto que provocas. La tranquilidad
del bosque, la inmensidad de la montaña, la paz del mar, el calor de la
compañía, la confianza de la amistad.
Volver
a ser libre.
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