domingo, 12 de diciembre de 2021

(Me)perdono.

Cuando todo está en silencio, es cuando más ruido vas a escuchar. Porque muchas veces no estamos preparados para estar con nosotros mismos, porque no hay persona que más pueda llegarte a odiar que aquella que sabe absolutamente todo sobre ti, y créeme, nadie sabe más de ti que tú mismo. Y está bien un pequeño enfoque crítico, algún que otro toque de atención para no bajar el nivel, pero sin excesos. Porque a veces las cosas salen bien por puro azar, y eso no tienen por qué saberlo los demás, a veces aciertas porque no erraste, simple juego de dados. Yo no sé vosotros, pero eso a mí no para de rondarme la cabeza, saber que acerté por puro descontrol me tiene inquieto, pero funciona. Y es que siempre lo he pensado; el caos guarda tras de sí cierto orden, cierto control. Las personas más espectaculares que me he cruzado son puro caos, son cerillas incombustibles que sospecho que aceptaron hace tiempo que sus mayores defectos son solo virtudes que aún no saben controlar. Y a sabiendas de esto me propuse aceptar los innumerables defectos que tengo, y disfrazarlos de virtudes. Desde aquel día duermo incluso mejor de lo que ya lo hacía, se puede decir que me he perdonado.

Y aunque a veces cueste, este soy yo; un caos sin principio ni fin, sin perspectiva, sin explicación, pero que tiene muy claro dónde y cómo es feliz. Y con eso, me basta. Este año estoy aprendiendo muchísimo, más de lo que estoy enseñando. Estoy pidiendo más perdón que permiso y, sobre todo, estoy escuchando más que hablar. Estaría dispuesto a sentarme a tomar un café con la persona que menos me soporte por tal de escuchar su opinión, seguro que algo sacaría en positivo. Y es que desde que vivo solo, me escucho más, y si ya tenía claro que tendía a la soledad, ahora pienso que igual ya no puedo vivir sin ella.

Independientemente de todo esto, escucharme también me ayuda a saber que me gusta verdaderamente, sin filtros. Momentos simples, conversaciones junto a un atardecer, sonrisas, entrenos junto a hermanos, abrazos de reencuentro, empatía, miradas. Porque ser solitario no quita que hay personas que me dan vida, y me hacen salirme por momentos de mi ritmo de vida, me hacen parar para volver a empezar.

Y a pesar de tus catastróficos errores, me perdono, porque sé lo que hay dentro de mi, y eso merecerá la pena.



sábado, 24 de abril de 2021

Besar el alma.

 

Besar el alma.

Aprende a besar el alma, aprende cada uno de sus indescifrables diagramas, aprende a ver el ser. Camina por sus angostas curvas, sorteando cada una de sus tormentas, rociando tu rostro con el agua de su lluvia. Olvídate de lo que se ve a simple vista, porque su verdadero tesoro se encuentra en su interior, escondido y bien preservado para quien es capaz de ver más allá del cuerpo. Prepárate para la ferocidad de sus cambios de estaciones; para la calidez de sus inviernos y la frialdad de sus veranos, la inevitable muerte de sus primaveras y la vida de sus otoños. Hazle el amor a su mente y fóllate su personalidad, dejándote llevar por su juego, formando parte del malévolo plan. Sé cómplice, no rival.

Sobre todo, no tengas miedo de mirarle fijamente a los ojos, esperando quedarte de piedra, como si de una extraña pero efectiva maldición se tratase. Porque efectivamente, tendrá efecto sobre ti, y comenzarás a preguntarte qué más esconden esos profundos ojos, que no dejan de mirarte y desnudarte, con curiosidad casi infantil, cuestionando si eres más que un cuerpo, más que una chulería y una risa nerviosa. Preguntándose que tiene tu mundo que no tienen los demás y porqué solo tú reinas en él, liderando la revolución que hará que caigas y vuelvas a ser mortal.

Y no tengas miedo de mostrarte tal y como eres, no tengas miedo de sentir, porque si consigues que así sea, estará siendo tu cura, para un mundo que solo besa cuerpos, olvidando por completo que el reino del interior es mágico, enigmático y misterioso, pero clarividente y enriquecedor. Cura del materialismo romántico y los besos de cristal.